Yo, profesor de Lenguaje y Comunicación, educado bajo el estricto régimen universitario, que en sacrificadas noches de desvelo, días enteros sin probar bocado y cinco años de penurias, juro y prometo ante estos programas sagrados que el Ministerio ha dispuesto para mi bien y el desarrollo de mis alumnos, comportarme bajo las reglas del sistema que se me imponga, haciendo frente por un par de meses, que es lo que se demorara aquel en consumir la ideología utópica que se me inculco en el aula, a todo mal y sufrimiento.
Tal vez esto y sin más, es lo que se pretende que nosotros como docentes, aceptemos y sin alegato vivamos como un vía crucis mientras enseñamos. Pero ,¿cómo hacer posible este sueño del gobierno, si ni siquiera existe el respeto a nuestra profesión?, es como preguntar si fue primero la gallina o el huevo. El sistema que se impone es totalmente cíclico, se retroalimenta de sí mismo y nosotros, que somos el real ejemplo en la teoría y la praxis, de lo que debe hacerse en las aulas, “quedamos pagando”, esperando la posibilidad remota de una faena que quizás sea al otro extremo del país, pero que en definitiva nos permitirá solventar los gastos de nuestras deudas estatales, a diferencia de esos “hijitos de papá”, que cual bulto pecaminoso son la responsabilidad eterna de sus progenitores, colegios pagados, universidades privadas, “pitutos”, etc., al final, qué queda para los que con compromiso casi de mártir soportamos de todo para poder ayudar al país, pero que en traición eficaz, se nos apuñala a cada instante, dejándonos aislados del sistema educacional mismo, de donde somos, de nuestras cunas y del pan de cada día o el de ayer por último.
Mis palabras pueden parecer atroces, pero el sentimiento de frustración en mi alma no tiene fondo y lo peor de todo es que sigo siendo un estudiante que aún no saborea la experiencia en el aula, lo cual hunde más mis expectativas, todo es nebuloso y esa niebla que en su extenuidad consume la dicha de la vocación, no se disipa, al contrario, cada día, a pesar de las protestas, manifestaciones, sangre, sudor, etc. nos demuestra con cifras concretas el abuso contra la profesión.
Somos maestros, nos preparamos psicológica, cognoscitiva y emocionalmente para serlo, no pretendemos jugar ni menos juzgar, al contrario, nuestro norte, nuestro afán, nuestro destino es aportar, crear, guiar, mejorar las nuevas camadas, pero nuestras manos son amarradas y los cachorros son amamantados por nodrizas de otras especies. Cómo puede un periodista divulgar nuestra lengua en el aula, con qué autoridad, con qué derecho, con qué poder, pero maravillosamente es respetado sin propiedad, en demasía si es comparado con un docente, quien tristemente y aunque con el corazón adolorido lo señalo, es tratado como nadie, como uno de los subordinados con menor rango, como el último eslabón en la cadena alimenticia y aunque la comparación es mordaz, no se aleja de la realidad misma, pues nuestros puestos son devorados a diario por sujetos que en un par de meses alcanzan, sin sacrificio la categoría de docente, con cursillos, como una broma, pero una pésima que risa no causa.
En fin, la bandera de lucha es clara, estamos solos ante una nación entera, somos nosotros quienes podemos detener este holocausto, que el Estado se autodestruya desde dentro; será difícil, será terrible, habrá sangre y muchas bajas, pero si queremos hacer ver al mundo que en este país, en mi país, en mi Chile se cometen genocidios en contra del señor profesor a diario, debemos mantener la cabeza en alto y la disposición tan firme como el orgullo, no en vano hemos sacrificado horas, días, meses y años enteros para poder contribuir y hacer de todos mejores seres, mejores humanos.
Tal vez esto y sin más, es lo que se pretende que nosotros como docentes, aceptemos y sin alegato vivamos como un vía crucis mientras enseñamos. Pero ,¿cómo hacer posible este sueño del gobierno, si ni siquiera existe el respeto a nuestra profesión?, es como preguntar si fue primero la gallina o el huevo. El sistema que se impone es totalmente cíclico, se retroalimenta de sí mismo y nosotros, que somos el real ejemplo en la teoría y la praxis, de lo que debe hacerse en las aulas, “quedamos pagando”, esperando la posibilidad remota de una faena que quizás sea al otro extremo del país, pero que en definitiva nos permitirá solventar los gastos de nuestras deudas estatales, a diferencia de esos “hijitos de papá”, que cual bulto pecaminoso son la responsabilidad eterna de sus progenitores, colegios pagados, universidades privadas, “pitutos”, etc., al final, qué queda para los que con compromiso casi de mártir soportamos de todo para poder ayudar al país, pero que en traición eficaz, se nos apuñala a cada instante, dejándonos aislados del sistema educacional mismo, de donde somos, de nuestras cunas y del pan de cada día o el de ayer por último.
Mis palabras pueden parecer atroces, pero el sentimiento de frustración en mi alma no tiene fondo y lo peor de todo es que sigo siendo un estudiante que aún no saborea la experiencia en el aula, lo cual hunde más mis expectativas, todo es nebuloso y esa niebla que en su extenuidad consume la dicha de la vocación, no se disipa, al contrario, cada día, a pesar de las protestas, manifestaciones, sangre, sudor, etc. nos demuestra con cifras concretas el abuso contra la profesión.
Somos maestros, nos preparamos psicológica, cognoscitiva y emocionalmente para serlo, no pretendemos jugar ni menos juzgar, al contrario, nuestro norte, nuestro afán, nuestro destino es aportar, crear, guiar, mejorar las nuevas camadas, pero nuestras manos son amarradas y los cachorros son amamantados por nodrizas de otras especies. Cómo puede un periodista divulgar nuestra lengua en el aula, con qué autoridad, con qué derecho, con qué poder, pero maravillosamente es respetado sin propiedad, en demasía si es comparado con un docente, quien tristemente y aunque con el corazón adolorido lo señalo, es tratado como nadie, como uno de los subordinados con menor rango, como el último eslabón en la cadena alimenticia y aunque la comparación es mordaz, no se aleja de la realidad misma, pues nuestros puestos son devorados a diario por sujetos que en un par de meses alcanzan, sin sacrificio la categoría de docente, con cursillos, como una broma, pero una pésima que risa no causa.
En fin, la bandera de lucha es clara, estamos solos ante una nación entera, somos nosotros quienes podemos detener este holocausto, que el Estado se autodestruya desde dentro; será difícil, será terrible, habrá sangre y muchas bajas, pero si queremos hacer ver al mundo que en este país, en mi país, en mi Chile se cometen genocidios en contra del señor profesor a diario, debemos mantener la cabeza en alto y la disposición tan firme como el orgullo, no en vano hemos sacrificado horas, días, meses y años enteros para poder contribuir y hacer de todos mejores seres, mejores humanos.
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