Cómo anhelo tus dedos,
tus gritos, tus juegos y tú todo,
cómo busco en mis sueños reencontrar la alegría que me brinda tu existencia,
tanto espero las horas y cuánto los mundos,
pensando cada momento en tu voz.
Te has convertido en el sin fin,
en el letargo positivo,
en la lucha concreta, vívida, creíble,
la fatiga incesante de pensar en ti, en eso te has convertido.
Cuán triste me siento,
cuán lleno de vacío me siento,
simplemente porque los días, los kilómetros y la espera,
mellan en mi cuerpo las yagas de la vida,
esa que quiero compartir a tu lado,
pero que en la sapiencia silente de mi alma,
he destinado al retardo.
El arrepentido he de ser yo,
sintiendo el peso de las decisiones,
el cabizbajo soy yo, supliendo tu realidad con una imagen,
con un recuerdo, con el fuego eterno de este amor innegable,
como girando el desierto y transformándolo en fe,
anhelo eterno la unión recíproca,
con tu naturaleza, con mi vejez,
con la enseñanza y tus ganas preciosas de vivir.
Te amo en público, en privado, en secreto, de todas las formas,
tan solo sintiendo que mi vida, esta prestada franja de existencia,
pertenece a tus sueños, a tus esperanzas
y a la triste necesidad que tengo de ti.
Hijo mío, alma de mi alma,
espera paciente, une en tu memoria los momentos precisos,
esos en los que estoy por siempre hacia ti
y espera en paz, espera en la pasiva compañía de tu vientre,
el momento único, en que nos volvamos a abrazar.
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