En tiempos de antaño, señor Cronos, tronabas tus alas y desligabas los destinos al amparo de las parcas, hoy tan solo exijo, de puño y sangre, empeño eterno, des rienda suelta a los encantos del alma y permitas a este simple mortal sollozar en paz, respirar tranquilo y amar pacífico. Permitas a este esperpento en hueso y carne, vaciar de los placeres mortales todo lo vano y dejar exacto el paseo nocturno, el abrazo ferviente, el beso cálido y la mirada feliz. Permite en tu divinidad que nosotros, los caminantes errantes de anhelos esenciales, podamos volar compactos, apretados en piel, por los terrenos celestes de la tierra misma, de idílico páramo de los paisajes quiméricos, de las nubes sujetas y los soles que quieren.
Permite que el día, las horas y los segundos, se vuelvan ancianos cuando de su cobijo soy presa, permite oh! gran deidad de dioses, someter los designios, deseos y espejos, de un cuerpo ardiente y sereno, al profundo átomo de aquel aroma que seduce mi esencia.
Permítelo y vivirás en paz.
El profundo anhelo de que todo tiempo a tu lado sea eterno. Te amo Marité.
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