domingo, 28 de agosto de 2011

EDUCACIÓN DE MERCADO


Los sistemas mercantilistas, a los que tan honrosamente hemos sido sometidos, estimulan el desarrollo y la mala participación de los actantes (docentes, alumnos, apoderados, etc.), sumando a esto, la somera disposición municipalizada a la discusión de las problemáticas gremiales o bien sistemáticas y por supuesto el problema de la descentralización del sistema educativo o “Estatización Educacional”, repercuten adoptando el rol de formas empíricas, que representan o grafican un problema de fondo, que más que económico (sueldos) o social (valoración), es un problema político.

“Se ha repetido una y otra vez que sin buenos profesores y profesoras no hay buena educación. Se trata de una obviedad, pero hay que insistir en ella para darle el lugar y centralidad que le corresponde en las políticas para mejorar la educación”[1].

Traslademos este escenario disperso, pero en conjunción, al plano o contexto del propio sistema educativo formador, las universidades. Existen 325 carreras de educación en nuestras universidades e institutos, de las cuales solo el 40% (129) acceden o están involucrados con el proceso de Acreditación, cosa que por lo demás parece un chiste o una burla de mal gusto, subyaciendo, en este sentido el problema de la calidad.

Es difícil competir en igualdad de condiciones, universidades privadas y públicas no mantienen estándares de igualdad, en cuanto a su capacidad para formar profesionales realmente “profesionales”, por lo cual, estimar una mejoría plausible, a un corto plazo es básicamente una cuestión de interpelación política, interpelación desde el punto de vista de la capacidad del mercado mismo (nosotros), para abastecer ese tipo de empresas, que más allá de competir éticamente por un mejoramiento concreto, solo redefinen sus políticas en función de la adquisición de nuevos y mayores recursos cada año.

Desde este punto de vista, las políticas, en el tema de la educación, siempre, o en la mayoría de los casos establecen necesidades materiales, mejora en los equipamientos, infraestructura, etc., pero las problemáticas reales, las que no se solventan con “poner mesas más amplias o pintar paredes”, son encubiertas y dejadas absolutamente aisladas, de allí la necesidad de manifestación, esa que estos últimos días ha marcado la pauta de las revoluciones fiscales: docentes, universitarios, empleados de la salud, etc. Pero eso es harina de otro costal.

Existe una sensación colectiva que se expande, no muy antigua pero latente, que maltrata el nombre del educador, esa visión sombría, retorcida, ambigua y totalmente insensata, una que desvaloriza la función del profesor en el aula, pero que más allá de insultar da una bofetada extremadamente lógica y necesaria, ya que el propio sistema no es más dañado que por él mismo, en el sentido de una auto-necesidad de empoderamiento de la vocación y la responsabilidad.

Las universidades no enseñan en el campo de la consciencia, pretenden mantener el veneno en el sistema, un profesor no puede educarse con 3 años teóricos y uno práctico, es total y absolutamente irracional saber que en salas de clases hay colegas incapacitados, pero no por voluntad propia. El curriculum no auxilia nuestra labor, la compromete más allá, sosteniendo un profundo conflicto orgánico desde él mismo y hacia quienes debemos graficarlo y reconstruirlo ante los alumnos. Tal vez pareciesen opiniones infundadas o reiteraciones de un problema ya sabido, pero que lamentablemente se asumió como regla o como dogma, por lo que no señalarlas, contribuiría a esa sumisión.

La educación y particularmente el curriculum, reducen en posibilidades la progresiva evolución positiva de los sistemas educativos, esto es, reproducen la sintaxis diaria, reproducen roles preestablecidos, con carácter mercantil (escuelas públicas = clases obreras / escuelas privadas = clases de poder), lo que se conoce como curriculum oculto, sistema que favorece la no empoderación y la consecutiva desviación a una salida eficaz de los embrollos de estas problemáticas. Podríamos tomar las palabras de Paulo Freire quien dice: “…un enfoque de educación alternativo, dirigido hacia la promoción del cambio social. No promueve la estabilidad social, sino dirige su acción “, con esto ratificamos la noción de que el problema central, del propio sistema educativo, es sin más la gestión curricular. Aunque en este aspecto, las políticas han pretendido tomar al toro por las astas, desarrollando un curriculum por competencias, que pretende solucionar plausiblemente y antes que se hagan más notorias estas necesidades. Pero; ¿qué tan eficaces son estas ajustes de carácter curricular, si en nuestras universidades e institutos se sigue desarrollando una formación de poca calidad, ratificada por el propio sistema de evaluación, ya sea docente o de acreditación? Por lo que intervenir un sistema copiado (LOGSE Española), no repercutiría en demasía a estas alturas del pleito, más bien contribuiría al colapso del fenómeno mismo.

PARTIDISMO EDUCATIVO

Es creciente la noción de que los gremios obedecen a institucionalidades partidistas e ideológicas, lo cual no está mal enfocado, aunque la centralidad de este razonamiento obedece a un miedo generativo, que involucra constantes campañismos electorales, pero es más allá de todo una sensación vacía, que repercute mediáticamente el sensacionalismo y la poca responsabilidad que se le puede otorgar al rol formador de las Universidades.

Todo es política, todos somos, en algún sentido, entes políticos, estamos inmersos en un sistema político, sufrimos o nos beneficiamos a causa de un sistema económico y social, pero más allá de todo, pertenecemos a un macro sistema que llamamos país o patria, para los más arraigados, por lo cual, nuestras necesidades obedecen a una sistematización, responden a fenómenos de carácter social, por lo que evitar la politización de los actantes, en este sentido, invalidaría la capacidad de reformulación, pues nadie, que pretenda aportar a un sistema, puede evitar la política como medio de mejoramiento pues los recursos y las estructuraciones o también evaluaciones, se rigen por estatutos que no podríamos encontrar en otro tipo de método.

Es necesario aclarar por supuesto que dentro de toda esta necesidad de un sistema que rija las funcionalidades no existe la necesidad de abanderarse, ya sea en el sentido estricto de una ideología, por obviedad entonces la política se puede tratar desde fuera, como quien mira un bosque para observar sus detalles, por lo que recurrir a estas formas, no debería tener nada maligno exceptuando sus bondades mediáticas, las que sí coartan y mediatizan la expresión social, la cual a la larga es el ojo que grafica si nuestro trabajo fue bien hecho o no.

Lo importante aquí es someter a consenso las fallas de este sistema, el rol formador de las universidades e institutos, los problemas en los ajustes curriculares (Reforma), la legislación, que se torna muchas veces incoherente (L.G.E.) y por supuesto el problema de la no centralización o estatización de la educación.

LEY QUE COARTA EL DESEO DE ENSEÑAR

Ya es bien conocido el tan bullado artículo 46g de la Ley General de Educación (L.G.E.) que plantea la posibilidad para cualquier profesional con 8 semestres de educación formal el poder ejercer el rol docente.

Tal vez es muy mal mirado, que alguien “sin las capacidades didácticas o metodológicas” enseñe las materias o contenidos del curriculum, pero qué pasa cuando aquel profesional fue educado con 8 semestres de contenidos teóricos, evaluado en función de un estándar de calidad, que muchas veces las carreras de pedagogía no sostiene o no reconocen y lo comparamos con un “profesor”, que en 3 años debió adquirir el conocimiento especifico para “reproducirlo” en 8 niveles de enseñanza formal. Creo que debe considerarse bien esta fórmula para aportar a la educación que procura la L.G.E., existe claridad en que se realiza una ofensa potente a la vocación y la preparación del estudiante de pedagogía (futuro profesor), pero hasta qué punto es justificado “el sentirse ofendido”.

Debemos tomar en consideración otro punto que favorece la labor pedagoga, que es exclusiva de quienes hemos sometido varios años de nuestra vida ha esta hermosa tarea, el hecho de que el trabajo curricular, el desarrollo, entendimiento y aplicación del curriculum, son labores inherentes y prácticamente exclusivas del profesor y somos enfáticos en señalar que ningún otro tipo de especialidad, que no pertenezca al área de la educación puede sintetizar y transformar en metodología didáctica los contenidos propuestos desde el MINEDUC, por lo cual se justifica el descontento en cuanto a este artículo se refiere.

Otro aspecto al tema de las formas que coartan la pedagogía es sin duda el aspecto económico, que se conjuga con varios actantes o entidades más. Los profesores en nuestra nación, reciben sueldos bastante poco considerables (por no decir miserables), si tomamos en cuenta la labor y el rol que desempeñan en el proceso formativo y aportativo, en cuanto sociedad. “Enseñamos por bajos precios”, con un compromiso real de mejoramiento y una disposición llamativamente seria, si a esto adherimos las crecientes exigencias del propio sistema, que pide clases planificadas, tiempos exactos, metodologías novedosas, necesidades educativas especiales, etc. Podríamos decir que es demasiado a cambio de muy poco. Es reconocido que el profesor para poder obtener remuneraciones relativamente decentes debe sobre-exigirse como ser humano, distribuir su tiempo en varios establecimientos, para así acumular horas que lo benefician al momento de obtener su dinero, por lo cual pedir , pedir y pedir, en el campo del desarrollo curricular y del sistema educativo mismo, coarta sin mayores miramientos las propias exigencias que se solicitan, reproduciendo esto en mala calidad de la educación, en este sentido “no tiene razón el mismo hecho de que se evalué a un docente que no tiene el tiempo para actualizarse o capacitarse o bien perfeccionarse”, además que para esto el financiamiento municipal es muy limitado, en el mejor de los casos del 50%, cosa que a la larga termina llamando exageradamente la atención, ya que en los procesos de evaluación pública, son muchas las municipalidades que no prestan su ayuda a las quejas del cuerpo docente en general.

Candidatos como Piñera, Enríquez y Arrate proponen un fortalecimiento de la formación inicial y un aumento de las exigencias para formar parte de esta profesión, pero qué valor se le puede atribuir a campañismos ya conocidos, gobiernos anteriores han señalado la necesidad de mejorar la calidad de la educación en todos sus aspectos y establecimientos (de todo tipo), las movilizaciones estudiantiles, que esta última década se han hecho más y mejores (fuertes y mediáticas) retoman y alertan sobre el incumplimiento de estas ideas, que en la actualidad toman el color de una quimera, siendo el fatídico recurso politiquero para sumar adherentes y no actores activos que mejoren realmente la formación, por tanto las reproducciones en los sistemas básicos y medios, por sobre todo en el campo de la educación pública.

Asumamos de una vez que el compromiso ya no es tan general, no existen formalidades concretas que vayan en beneficio del desgaste de nuestro sistema, lo cual involucra un replanteamiento de la cuestión orgánica, que en estos momentos se torna cíclica y cerrada, cada miembro nuevo de la política asume el rol del miembro más antiguo, reiterando un objetivísmo en el que solo los intereses particulares y consensuados forman las pautas y normas.

PROPUESTAS PRESIDENCIALES EN EDUCACIÓN

“Algunas son aumentar en un 25% de la subvención básica y en un 50% la preferencial; intervenir los mil peores establecimientos municipales; respetar derechos, obligaciones y proyectos de sostenedores privados; o terminar con la municipalización de la enseñanza en las comunas que carezcan de tamaño adecuado […][2]

Escepticismo es lo que denotan propuestas tan reconocidas y bastante ambiguas, en el estricto momento en que los problemas de crisis económicas, sociales y políticas (cambio de gobierno) afectan al país.

Determinan soluciones que se han intentado concretar desde hace mucho, pero que en función de un economismo arcaico las municipalidades han extraviado el rol fundamental, de actante principal en el mejoramiento de las políticas propias de la educación pública o municipal.

Es quizás fácil diagnosticar a la rápida un clima económico que permita solventar aquellos reajustes porcentuales en los financiamientos, lo que preocupa en el sentido de que los desarrollos en políticas sociales son sometidos a múltiples votaciones en las cámaras, lo que hace que un proceso rápido se vuelva demasiado extenso, lo cual afecta de inmediato el hecho que los gobiernos constitucionalmente, funcionan solo por periodos de 4 años, limitando la proyección de aquellos ajustes a la capacidad de decisión del poder Legislativo.

El punto que se relaciona con los 1000 establecimientos en plan de mejora, refleja la escasez de proyección, pues a pesar de ser una cantidad considerable no es un porcentaje mayoritario y en franqueza, los establecimientos mejoran desde las bases administrativas y educacionales (en estricto rigor), por lo que es allí el centro del margen donde se debe atacar, o mejorar.

El respeto a los derechos y obligaciones de los sostenedores de los establecimientos privados obedece a una necesidad de mercado graficada en la L.G.E., donde se considera al sostenedor como un ente prácticamente aislado del proceso de educación, es más bien una entidad exclusivamente administrativa, contraproducente es el hecho entonces de dejar pasar las altas direcciones y cargos administrativos que están ligados e inmersos en el proceso educativo. Las mejoras en las estructuras personales es una falencia a esta idea. Aunque el seguimiento a los abusos y desusos de la educación, que permutan muchas veces los sostenedores es una fuerza radical a la hora de plantearse un mejoramiento real de la educación.

Acabar con la municipalización, pero segmentando el proceso solamente a las comunas que carezcan de tamaño adecuado. El real mejoramiento se produciría con la estatización y empoderamiento de la Educación, como instrumento creador de realidad, sociedad, cultura y real desarrollo.

Distribuir condicionadamente este proceso no es un buen augurio, pues la sensación de segmentar aun más la educación no solventa la necesidad de hacerla estatal, ya que las brechas se abrirían en pro de un déficit en el sostenimiento de establecimientos no estatales, debido a un posible descontento del grupo de las municipalidades quienes verían en el trabajo estatizado una salida irresponsable, poco ética y fácil al problema de la educación, aumentando sus ingresos y promoviendo el descontento social en cuanto educación y según ciertos criterios ideológicos particulares, aunque solo especulamos.

A MODO DE PROYECCIÓN

Todos debemos reconocer que existe un problema real en el sistema educativo del Gobierno Chileno que pasa a ser deliberadamente una expresión de nuestra idiosincrasia, pero cuando lo asumimos como tradición o bien nos acostumbramos a su presencia, tenemos necesariamente que preocuparnos además de procurar realizar los movimientos pertinentes al mejoramiento de las bases estructurales y por supuesto funcionales del mismo, dominar los espacios, consensuar las ideas, formar equipos extensivos de trabajo que no distingan su labor en base a una ideologización, demostrando en el proceso seriedad y responsabilidad, dos elementos que son de perfecta adaptación para el sujeto humano y por sobre todo para agentes de este mismo proceso.

Algunos proponen políticas basadas en estándares y es correcto, sin miramientos políticos claro. Es sabido que asumir un sistema (su funcionamiento), bajo ciertas normas o criterios estandarizados de calidad potencia el desarrollo de la competitividad, enfocando bien este factor, el realce que se proyectaría a través de la competitividad en pro de la superación, es el sustento a la extenuante labor, por tanto el mejoramiento absoluto de la educación nacional depende necesariamente del poder de sustituir las políticas conformistas que solo abalan el retraimiento y el colapso de un sistema elemental, de una necesidad básica, de un derecho humano.

Muchos factores de novedad intervienen en el proceso de construcción del Aprendizaje Significativo, factores que muchas veces se pretenden o asumen como buenos, pero a fin de cuentas terminan siendo desperdiciados o mal utilizados, solo por citar un ejemplo, el nuevo Ajuste Curricular para las Áreas Pedagógicas, pretende un mejoramiento y una ampliación de las TIC´s y sus usos en las aulas. Pero qué pasa cuando el docente no recibe la capacitación pertinente al proceso, al uso de los recursos y a las potencialidades que estos brindan. Es un error degenerativo y discriminatorio realizar implementación y luego evaluación, una solución plausible seria un mejoramiento en el financiamiento municipal para los programas de capacitación y perfeccionamiento, con un consecuente aumento en las remuneraciones al provocar cambios medibles a corto plazo en los establecimientos (SIMCE - PSU). Las políticas propuestas por los demagogos no especifican cambios fuertes, si no soluciones de largo plazo, las que agotan un sistema realmente en bordes de un colapso total, similar al vivido en la Revolución Pingüina, donde el desgaste profundo gatillo un movimiento social y mediático que no dejó a ningún actor al margen.

De una u otra forma el mejoramiento se basa en muchos factores que mantienen cierto tipo de relación, pues al hacerlos trabajar en conjunto modifican consecutivamente al resto, manifestando en plazos algo más cortos que los ya esperados aquellos resultados de mejoramiento y estimulación del proceso y del Sistema de Educación en Chile.

Por consiguiente y rayando para la suma, la sustitución de los cargos no mejora el sistema, facilita la segmentación, al propugnar proyectos muchas veces demasiado heterogéneos, por lo cual una salida constitucional, que los candidatos debiesen proponer, es la Estatización de la Educación, reconociendo así al Estado como responsable único de la modificación de financiamiento y regulación evaluativa, con un creciente compromiso al profesionalismo de todos los participantes, para así facilitar el desarrollo del alumno como ser que aporte desde una perspectiva positiva a la realidad Nacional.



[1] (García Huidobro, Juan Eduardo (2009). Campaña y Políticas sobre Profesores. LaTercera.com. Obtenido el 29 del Septiembre de 2009, desde http://blog.latercera.com/blog/jegarciahuidobro/)

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