Me hacen sobra los días, los
paños fríos, la música de envase y por goteos. No puedo recordar cuántos días
he vivido aquí, desahuciado todos los días y por milagro sigo siendo asistido
todas las mañanas. Enfermeras van y vienen, mi condición siempre crítica genera
lástima en todos, familiares, amigos, médicos, estudiantes, incluso en mis
peores enemigos, los que para mi sorpresa no vienen a reír, sino a llorar,
gimen, sufren, casi tanto o incluso más que yo.
Mi cabello se fue hace años, mis
dientes son trozos de cristal sacrosanto, por lo que mi memoria, generalmente
entorpecida, no logra dimensionar qué o dónde probé el último bocado sólido. Qué
más da, las cosas son de esta manera y temo así se queden, quien sabe, tal vez
es mi normalidad, una venganza de la vida o al fin y al cabo me he transformado
en un “vegetal”.
Recuerden plantarme bien al fondo
de esta tierra.
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