miércoles, 26 de octubre de 2011

"El alma de cualquier hombre"

Siento tanto haberte traído hasta aquí, a este seco y árido lugar donde las tristezas del mundo entero han encontrado albergue y donde las estrellas y la luz se ven cada vez más y más lejanas, - le decía el hombre de la barba enorme a su diminuta alma.

No podemos mentirnos, nos tenemos el uno al otro, aunque a veces siento que me dejas solo para no verme el rostro y otras en las que yo te olvido a ti tan solo por hacerme el duro, - continuaba imbuido en su reflexión monologal, - no pretendo hacerte daño, sé que nunca fui digno de tu confianza y que tal vez de lo mismo nacieron tus miedos, pero lo repito y lo haré hasta que no pueda pronunciar palabra, - sus pensamientos solo se dirigían hacia su espíritu, - siempre nos hemos tenido a ambos, por más que los cielos, la historia y el arte intentasen llenar vacíos que quién sabe si existieron, siempre nos tuvimos el uno al otro, pero hoy ya en la decadencia de mi vida te he traído hasta aquí, sé que no te gusta lo que vez, - y apretó con fuerza los dedos de su pequeña alma, la que a simple vista era como un niño pequeño, no por inmadurez, no, ella siempre creció junto al sujeto que le sirvió de envase, tenía aquella apariencia sólo por que el olvido la hizo perderse en sí misma y dejarse ir en sueños y pensamientos que la fueron moldeando tras el miedo y la duda y el anciano continuó, - te he traído hasta este recóndito lugar por que ya cuando estoy a punto de morir te quiero liberar, quiero que expandas esas alas que siempre intenté sujetar y que vueles, que seas libre, que hagas lo que creas mejor para ti, como hombre te lo expreso nunca fui digno de ti y aún cuando las cosas ya no tienen cabida para mí creo que es el momento de darte vida juntamente con mi partida, - su pequeña alma lo escuchó silenciosa sin expresar nada más que una calma halagadora en su rostro y cuando el senil esperpento de hombre cayó al suelo y se recostó en ademán de muerte, ésta lo miró, tomó sus dedos y los apretó con tal fuerza que el sujeto vio dibujarse en aquella sonrisa una paz que lo conmovió hasta que de sus ojos cansados emanaron dos lágrimas, tan sólo dos lágrimas grises, - nunca te he abandonado y ahora, cuando la luces de tu camino se escapan tampoco lo haré, donde tú estés yo estaré, donde tu vayas yo iré y si en tu último momento de todo no estoy a tu lado jamás podría ser libre - le dijo y el hombre ya listo y dispuesto para su muerte, por fin, luego de muchos siglos de caminos y cansancios pudo sonreír con su corazón lleno de una alegría que no se puede describir y su alma, amiga incesante lo acompaño envolviéndolo en sus alas hasta que el tiempo infinito por fin acabo con la realidad.

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