Me impresionan los momentos,
me sobrecogen los placeres y las preguntas sencillas,
acometen las instancias pasivas
y las caricias incesantes de esta calma.
Me subyacen las pulsiones, pero no estás,
me convierten en humano los deseos, pero no estás,
me simplifican las caricias que se fueron a tu lado
y los estrepitosos canelos de tu boca de miel,
me trasladan a lo indecible,
de sonreír aferrado a tus sueños
y transportar vertido en tus brazos,
la suavidad indescriptible de tu piel.
Los espacios ya vacíos
y el frío de tu ausencia,
fomentan el instinto de soledad,
la pasividad de esta noche estrellada,
chocada y remordida, posa en mi el fiel destino,
ese que a tu alma hace luz y no ha de frenar.
Inspirado en este recuerdo fresco,
me estiro, me sumerjo y vuelo,
olvidado en ese presente infortunio que es distancia,
y en donde el leve llanto del camino,
débil, cabizbajo y cansado,
provee de esperanzas el momento de delirar.
De imaginar el omnipresente de tu ciencia,
del destello fulminante y codiciado,
de tenerte, amarte y brotar en ti,
como el sendero perpetuo que nos llama,
nos une y nos hace inexpresablemente nuestros,
en el deseo, en el sueño y en el poder mismo
de todo lo ajeno, lo nuestro y lo secreto.
Jamás acabará en mí el deseo de nacer y vivir por ti, por siempre a tu lado. Te amo María Teresa Valdés Silva.
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