Momentos
reflectantes,
sempiternos
adornos de una dicha que emerge,
de
los destellos audaces que generan en mi,
en mi
cuerpo y en mi alma
el
sabor latente de un beso de esos tuyos,
de
una caricia de tu piel,
sentidos
perdidos y encontrados,
elaborados
elementos de ternura y fotografía.
Elevas
mi ser, elevas mi todo,
contribuyes
a las ansias y a la risa,
retornas
tras tus manos la alegría perdida,
serenas
los sueños y el descaro de esta conciencia.
Haz
tomado de mis entrañas aquel vacío complejo,
lo
haz abrazado, besado y amado,
convirtiéndolo
gratis en la ilusión misma,
ilusión
de diamante, ilusión de antaño,
de
hoy y mañana, de reyes alegres,
sujetos
íntegros de papel, de papel y cartón bordado.
Das
a mi andar el alma adormecida,
el huérfano
sentimiento de un sólido roquerio,
olvidado
de llanto, aliviado de dolor,
cubierto
al fin de un concepto desterrado,
retorcido,
oxidado, eterno a tu amable mirada,
sereno
a tu dulce sonrisa, a la calidez de tu cuerpo,
a la
cercanía lozana que emana de la unión de nuestros todos,
de
nuestras nadas,
de
las ilusiones presentes
y
los sueños por crear.
Germinas
en mis yagas la idea estricta,
fija e invariable,
la
idea inmutable e inamovible,
la
idea concreta, fruto cierto de amarte,
el
efecto innato, profundo y creciente de extrañar de ti,
tanto
como la vida exija,
tanto
como mi pecho soporte,
de
esa explosión inminente del sentido perfecto
que
ha de ser en mi el de beber de tus labios,
la
dulce miel que conforma mis esperanzas.
Haces que la vida tenga colores, aromas y sentidos. Complejos que inundan mis días. Te amo con el alma María Teresa Valdés Silva
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