Y el hombre, cuán imperfecto y horrenda figura, tomó entre sus brazos la perfecta unidad de átomos que conformaban la silueta de la joven, la apretó contra sí y en ese instante, cuando el silencio mismo rogaba acallarse y los pasos de la nada habían cesado, que con la unión profunda y perfecta de sus cálidos labios, el fin del mundo pasó a ser simplemente una vieja historia.
El momento cuando siento tus labios y tu cuerpo unidos a mi, el momento de mayor perfección. Te amo tanto María Teresa Valdés Silva, que solo quiero estar ahí, a tu lado siempre.
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